lunes, 23 de julio de 2012

No estamos en Democracia, ¿Qué es esto?

Desconectado por unos días del endiablado, ensordecedor y mediático ruido he podido mejor ver, pienso, cuanto parece sucede. Sin duda me han ayudado los muchos comentarios recibidos, incluso los que me acusan de alma cándida. Otros comentarios recibidos escritos con el corazón acusatorio me han facilitado el sosiego y la reflexión. Aunque en la esencia comparto casi todos, no es fácil mantener la calma y disciplinar la pasión, procurando evitar la presión de la domesticación del entorno. Abrirse hueco entre tantos condicionantes y servidumbres no es fácil, menos careciendo de un mayor conocimiento de cuanto sucede y por qué, no solo a nivel local.

En anteriores post ya sugería superponer en varios planos el escenario que se nos presenta, que aparentemente creemos ver y que mejor podemos interpretar. Desde principios de los años 70 se ha ido configurando un dragón con varias cabezas en diferentes localizaciones globalmente. El progreso tecnológico, vicios ocultos del sistema heredado y la concurrencia de una serie de decisiones y actuaciones de diferentes grupos de poder, en posición de dominio con mayor conocimiento y medios, han ido conformando los efectos de cuanto estamos sufriendo local y globalmente, llevándonos a un callejón sin salida en términos económicos, sociales y de progreso.

Por ejemplo, resulta que el salario bruto medio del año 2010 por trabajador en España fue según el INE 22.790 euros al año. Esto significa que el monto apenas supera los 395 mil Millones de euros al año cuando el PIB es de 1,08 Billón de euros (1,478 US DOLL 2010). Los ingresos por exportaciones fueron en torno a 200 mil millones y los ingresos por turismo 50 mil millones. Con las particularidades de cada país, parecido sucede en el resto de países en lo esencial de las diferencias, lo cual evidencia el gran desfase existente entre cuanto ingresamos y necesitamos para pagar cuanto producimos que se suple con créditos la mayor parte en una proporción de 3 a 1, lo cual hace imposible que se puedan devolver los créditos pues no hay beneficios ni excedentes en las rentas de los trabajadores para pagar siquiera el servicio de la deuda, (intereses), menos para devolver el principal. Evidente y obviamente la inmensa mayoría cercana al 80% de los trabajadores no podemos llegar a fin de mes con cuanto ingresamos para atender cuanto necesitamos de esencial para alimentación, ropa, calzado, hogar, educación, sanidad, suministros, transporte, contribución al estado nacional y administración local, dejando al margen que no podemos adquirir una vivienda en propiedad con los actuales ingresos y que el alquiler se paga a costa de sacrificar el consumo de lo necesario en alimentación y otros.

La cuestión que no se dice, ocultan los gobernantes, políticos, dirigentes y economistas a la inmensa mayoría de ciudadanos es, además del derroche y apropiación indebida de ciertos grupos dominantes, que hay gente que ha ganado todo el dinero, vendiendo productos que se compraban con deuda, retirado de la circulación esos beneficios y excedentes de los trabajadores. El verdadero problema es que la renta de los consumidores trabajadores, ha bajado, y una mayor parte del pastel ha ido al propietario de los medios de producción y los servicios que nos tienen cautivos como consumidores. Como entonces, el sistema que tenemos ha permitido que una minoría se llevara y siga llevando más de los beneficios y excedentes generados, llegando a lo necesario para supervivir por la inmensa mayoría de los ciudadanos trabajadores de España y del mundo.

Si no fuera por este sistema ilegítimo, discriminatorio y tiránico que tenemos, no estaríamos en la grave crisis que sufrimos en todo el mundo, pues simplemente estaríamos en equilibrio muy próximo a cero sin deudas.

Resulta que más del 90% del PIB mundial está en crisis grave: Japón, Estados Unidos, Europa y China. Un ejemplo, las tasas negativas de los bonos franceses o Alemanes son malas noticias, lo contrario de la confianza. Este es el signo de una enorme burbuja en Europa, EE.UU., Japón. Los japoneses ("que incluso comían cualquier cosa por supervivir, ni ellos gastan en nada") pronto ni ellos podrán absorben las emisiones de deuda de su país. Los precios serán prohibitivos en los mercados, y los países van a terminar colapsados por el bucle de las deudas que se llevan todos los beneficios y excedentes generados y más por la inmensa mayoría de los ciudadanos.

EEUU lleva más de un año canjeando la deuda vencida y trasladándola a 30 años y seguirá haciendo lo mismo con la que vencerá hasta el año próximo. Naturalmente EEUU seguirá imprimiendo papel al igual que hace el Banco de Inglaterra y otros países con autonomía, pero ello lo único que hace es mantener su posición de privilegio aparente sobre la UE que tal parece está pagando el atrevimiento de haber creado el Euro sin el placet de EEUU y otros actores con influencia económica.

En siguientes post con los aportes de los lectores seguidores intentaré responder al título de la entrada; “No estamos en Democracia, ¿Qué es esto?. Llegados aquí, continuo con un interesante post de Manuel Bautista Pérez de su Blog Otras Políticas que suscribo íntegro en la esencia y que disperso con otras palabras he publicado en diferentes post en mi blog.

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El rescate de Europa para evitar la quiebra de buena parte de nuestro sistema bancario marca el final de una etapa. Una larga etapa en la que los bancos, las instituciones implicadas y los grandes partidos han tratado de ocultar las malas prácticas financieras que han contribuido a que nuestra economía llegue al estado comatoso en que se encuentra. Es lógico, por tanto, que al hilo de todo esto se haya disparado el clamor popular para que se investigue a fondo qué ha pasado, cómo hemos llegado a esta situación y se exijan las responsabilidades que correspondan.

Seguro que si esta investigación se llevara a cabo nos enteraríamos de un montón de actuaciones u omisiones calificables como mínimo de negligentes, y de ahí para arriba. En las Cajas de Ahorro desde luego, pero también en las Comunidades Autónomas y en los partidos que las han estado gobernando. Tampoco se libraría el Banco de España ni el Gobierno central. Porque, ¿cuántos de los préstamos incobrables que ahora asfixian a las Cajas se otorgaron para financiar no se sabe qué gastos o proyectos de sus Gobiernos autonómicos o de los propios partidos que los regentaban? ¿Y los sindicatos? ¿Qué hacían sus representantes en los Consejos de Administración de esas Cajas? ¿Y el Banco de España? ¿Ha sido su Gobernador el único responsable? ¿En su funcionamiento interno todo es tan profesional como nos cuentan? ¿Y por qué los sucesivos Gobiernos de la nación no actuaron antes, impidiendo que se extendiera la gangrena? ¿Acaso era tan difícil de prever lo que ha sucedido? Y así podríamos seguir y seguir con las preguntas que nos hierven a todos en la cabeza.

Salta a la vista, sin embargo, que ni al Gobierno ni al PSOE les entusiasma la idea de abrir una investigación a fondo sobre todo esto. Y si se deciden a hacer algo en este sentido será por la presión social. Ambos se justifican en que ponerse ahora a airear todas nuestras vergüenzas extremaría, aún más, la desconfianza internacional hacia la solvencia de nuestro sistema financiero y endurecería las condiciones que nos impondrán nuestros queridos socios europeos. Y la verdad es que no les falta razón. Además, habría que ver la gracia que les haría a los líderes políticos del resto del mundo si, fruto de esa investigación, la inestabilidad financiera española colocase a la zona euro contra las cuerdas, amenazando la economía de Estados Unidos, Rusia, China y el resto.

Es evidente que cuando está en riesgo la estabilidad del sistema financiero y la salud de la economía otras cuestiones, como el derecho de los ciudadanos a saber qué es lo que ha pasado y en definitiva la calidad democrática, quedan relegadas. Aquí y en todas partes (salvo la honrosa excepción de Islandia). Así que podemos imaginarnos cómo evolucionará ese derecho de los ciudadanos cuando sea una realidad el proyecto de crear una única Autoridad bancaria a nivel europeo que asuma la responsabilidad de vigilar a todos los bancos de la zona euro. No me imagino a nadie de la Comisión Europea explicando a la opinión pública las miserias que hipotéticamente hubieran podido conducir a la quiebra de uno de los grandes bancos alemanes o franceses. Ya se encargaría la Sra. Merkel o el Sr. Hollande de presionar para que eso no sucediese. ¿O acaso esos países han sido un ejemplo de transparencia con sus sistemas financieros? Más bien al contrario. Baste recordar los pocos bancos alemanes y franceses que aceptaron someterse a las pruebas de estrés o de solvencia del 2010.

En vista de ello habrá muchos que se sientan ofendidos en sus ideales democráticos. Pero, para ser del todo honestos, habría que preguntarse qué es lo que realmente quieren los ciudadanos cuando reclaman una y otra vez esa investigación a fondo sobre las causas de nuestra crisis bancaria. Supongo que la respuesta sería que los jueces llevaran al banquillo a los responsables de todos estos desmanes para que pagaran sus culpas. Porque, dirían, lo que más escuece de todo esto es que encima los culpables se vayan de rositas.

Seamos conscientes, sin embargo, que lo que de verdad necesita el país es que se tomen las medidas necesarias para que no se vuelva a repetir una crisis como esta. Porque, una cosa es buscar culpables y otra, completamente distinta, es detectar todo lo que ha funcionado mal y cambiarlo para que no vuelva a suceder. Lo primero es necesario, pero en modo alguno suficiente. Para lo primero basta un juez decidido y una fiscalía independiente. Pero, ¿quiénes y cómo abordan lo segundo?

No nos engañemos, las causas de esta crisis tienen múltiples ramificaciones que afectan de lleno al funcionamiento de las Administraciones, el Parlamento, la Justicia, los partidos, los sindicatos y, en definitiva, buena parte de nuestro entramado institucional. No digo que todos hayan tenido el mismo grado de responsabilidad, pero puestos a arreglar a fondo los males de nuestro funcionamiento habría que revisar en detalle cómo ha contribuido cada cuál. Y, sobre todo, para estar seguros de que los virus causantes de la enfermedad de nuestro sistema financiero no volviesen a aparecer, habría que rediseñar gran parte de la arquitectura de funcionamiento de las instituciones públicas implicadas, así como las relaciones entre estas y los partidos que las gobiernan.

¿Y eso, repito, quiénes lo harían? ¿Los partidos? En este ambiente de crisis generalizada de confianza, mucha gente diría que son juez y parte. Y no les faltaría razón. ¿El Gobierno? Dirían que tres cuartas de lo mismo. ¿La Administración? Estaríamos en las mismas. ¿Entonces, quién? ¿Los ciudadanos de a pie? Tener razón para estar indignados no equivale a saber cómo arreglarlo. Y solucionar de verdad una cosa como esta es una tarea ardua y compleja, que está fuera del alcance de la gran mayoría de los ciudadanos.

Para arreglar bien, y a fondo, todo este entramado, sin cargarse al enfermo, no hay más remedio que recurrir a los técnicos que trabajan en cada institución, que son quienes mejor pueden distinguir lo que funciona bien de lo que funciona mal. Pero como también es probable que éstos estén “contaminados” en su visión de los problemas y de las soluciones que se precisan, habría también que recurrir a la opinión de otros técnicos externos. Por ejemplo, si se tratase de cambiar a fondo los procedimientos de supervisión del Banco de España, además de contar con sus mejores técnicos habría que contar también con los de otros bancos centrales europeos.

Sin embargo, puede que a muchos ciudadanos no les gustase nada la idea de dejar la solución del problema en manos de quienes están dentro de todo este tinglado, y preferirían ver que alguien ajeno a todo ello y en quien ellos pudieran confiar fuese el artífice de esa solución. Y aquí topamos con los propios límites de nuestra democracia. Sin poder airear públicamente todo lo que ha sucedido, solo nos queda confiar en que quienes tengan el conocimiento necesario para construir la solución adecuada sean personas honestas y fiables. Y si no queremos dejar todo ello exclusivamente en manos de los técnicos, y tampoco nos fiamos de los políticos… tenemos un serio problema.

Quizás no sea tan fantasioso soñar con que llegue el día en que la sociedad se haya ido organizando hasta el punto de disponer de grupos capaces de intervenir en un asunto como este, con la credibilidad necesaria. Pero, hoy por hoy, eso no forma parte de nuestra realidad. Quizás, si nos ponemos manos a la obra, algún día lo sea.

Fuente: Blog Otras Políticas
By Manuel Bautista Pérez

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2 comentarios:

Mark de Zabaleta dijo...

Enhorabuena por este excelente artículo.

Saludos
Mark de Zabaleta

Juan Bernardo montejb dijo...

Estimado Mark, gracias una vez más por tu aliento y confianza.

Esperemos que esta breve reseña sea de utilidad y sirva para encontrar el camino perdido.

Un abrazo.
Juan Bernardo montejb