martes, 2 de diciembre de 2008

Mirar, interpretar, aprender y actuar …

Es esencial cultivar y desarrollar ciertas actitudes de modo que iluminen y muestren el camino.

Todo logro obedece a una innata inercia que se despierta como el destello de una estrella y provoca una intención que es la semilla de la creatividad que se tiene que regar sin descanso con esfuerzo y tesón a lo largo de la vida.

Necesariamente la intención tiene que ser clara, firme y sincera, y supone como principal reto personal, aceptar y prever por anticipado la debilidad de la propia arrogancia y los límites del conocimiento para mejor saber mirar, interpretar, aprender y actuar conscientemente.

Si somos conscientes de la limitación y barrera respecto al pensamiento que supone el lenguaje ya sea escrito o hablado, aquí o en cualquier otro momento o lugar estaremos en condiciones de empezar a mirar, interpretar y aprender dejando para cuando mejor proceda actuar.

En otro aspecto, si somos conscientes de los muchos condicionantes de nuestra esencia y naturaleza, tanto genética como por la adquirida en nuestro entorno, estaremos en posición de interpretar.

Llegados aquí, se nos muestra en todo su esplendor el alcance de nuestras limitaciones y del infinito recorrido del conocimiento por el camino de la ignorancia, que además, está en movimiento por la interactuación de otros elementos y personas y caduca por el avance y el progreso.

Seguido llegamos al momento crucial de actuar y ver el resultado. Una vez andadas las etapas anteriores, siempre con una aproximación y mezcla de ingredientes que serían: una porción de conocimiento evaluable objetivamente, otra porción injustificable de naturaleza ininteligible del instinto, (lo que se llama sexto sentido), y la otra de naturaleza imprevista como el azar.

Cómo propiciar la chispa del ingenio y promover la explosión de ideas en una persona. Cómo despertar la curiosidad, cómo aprender a mirar y a interpretar, más aun, cómo cotejar y verificar el entendimiento y aprender, cómo prever y anticipar la caducidad del conocimiento aprendido y actuar en consecuencia y conscientemente.

Si comparamos la población actual existente con la que ha existido en las diferentes épocas desde el inicio de la civilización, se puede prever que actualmente existen millones de personas esperando el despertar de la chispa del ingenio y la explosión de las ideas como las habidas en cada periodo de la historia.

Entre cualquiera de nosotros existe un potencial gran hombre o mujer de las ciencias de las artes, las letras o el pensamiento como Confucio, Marco Polo, Aristóteles, Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci, Beethoven, Julio Verne, Albert Einstein, Carl Sagan, Salvador Pániker, J. Luís Sampedro, Manuel Vicent, Vicente Verdú… entre otros miles de grandes pensadores, comunicadores y millones de personas que han pasado inadvertidos y que fueron capaces y supieron encontrar el sentido y dimensión de la vida.

Naturalmente, todo lo anterior, sólo se puede llegar a sentir y tocar en la punta de los dedos, en su máxima grandeza, dimensión y esplendor, si se dispone de la sensibilidad y fortaleza necesaria de los valores, que proporcionan el equilibrio de los sentidos y el alma.



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